jueves, 1 de junio de 2017


No sé si lo recuerdo o me lo contaron, pero cuando era chiquita mi mamá me decía: “Dame la mano para cruzar la calle” y yo le decía: “No, no te la doy; te la presto”, porque dar la mano me sonaba a darla; sacármela y darla, pero dar una mano ¿No es un poco eso?
Dar una mano a alguien es mucho mas que hacer un favor; no es dedicarle unos minutos que te sobran o prestar una remera que no usas; es dar una parte tuya; es darte vos.
Dar la mano es aferrarte y aferrar al otro.
Cuando el mundo se vuelve un abismo y todo se cae, tus manos se aferran a algo; se aferran a alguien; alguien que no te deja caer.
Cuando vos diste tu mano, ya no hay forma de soltarla; ya no es tuya; está unida a la del otro; las dos manos son una. Las manos nos unen; nos suman. Cuando damos la mano dejamos de ser “Yo” para ser “Nosotros”.
Nunca voy a soltarte la mano.

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