Pasó
el tiempo, mucho tiempo pero poco, pocos instantes pero varios, y un día, una
noche, el cuerpo y el alma se encontraron, se miraron, y ya sentían que algo nuevo
podría suceder. En la oscuridad se conectaron, pero solamente sus intuiciones y
pensamientos secretos, porque nunca se dijeron lo que realmente pasaba por sus
mentes.
Meses más tardes se miraron, se abrazaron, y el alma atravesó el cuerpo,
posándose en él y desde aquel día, no se han separado nunca más. Dondequiera
que el cuerpo vaya, ahí va el alma, con quien quiera que el cuerpo hable, el
alma escucha y opina, cuando sea que el cuerpo sea feliz, el alma sonríe al
unísono y cuando sea que el cuerpo llore, el alma fusiona sus lágrimas con él.
Esta historia no me la
contaron ni me la inventaron, la escribí yo. Y no le pasó al amigo del amigo de
mi amigo, me pasó a mí, y me continúa sucediendo.
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