No fue la suerte quien me lo
enseñó, me até a la fuerza que vivía
en mí. Con siete llaves de imaginación,
ganó mi ansia y mi esperanza. Venció
a mi mente desatada y así escapé de aquellas garras. Y al fuego eché miles de cartas y de palabras, tesoros que no
valen comparados con tu alma.
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